A un costado del camino encontramos las casas abandonadas. Estaban las tres, eran esas que recordábamos, sin dudas.
Techos volados, árboles creciendo audaces en muros semidestruidos, raíces de yuyos trepándose por donde estuvieron los ricos rituales de la comida. Tierra y escombro en las penumbras íntimas del dormitorio y una pequeña parte del cuartro de baño que resiste, vaya a saber porqué. Recorremos las ruinas, no creemos en el olvido, algo habrá, algo aunque sea una pequeña huella.
Estuvimos hasta que cayó la tarde, nos fuimos de regreso con pequeños trozos de infancia que solo nosotros entendemos.