Cuando me contó que vivía desde hacía años con un agujero en el pecho, lo tomé metafóricamente.
En las duchas, pude verlo y era un hueco casi sobre el corazón. Limpio, sin sangre, como si lo hubieran trazado con un compás. Y se podía ver para el otro lado sin problemas.
Desde ese día me dió miedo acercarme y hablarle, no se puede ser amistosa con una persona que no tiene corazón o tiene la mitad, pero sigue viva.
Debo reconocer que mi miedo obedece al desconocimiento porque sin ser por ese hueco era amable, simpática, empatizaba y era solidaria.
Pero el hueco y mi ignorancia me alejaron para intentar conocer su verdad…