Se evaporó con la niebla. La niebla era espesa y tenía tintes de grises y azules sospechosos.
No era una niebla cualquiera, era una muy espesa que borraba, deprimía y escurría pero ella fue la única que se evaporó.
Sabíamos, todo el pueblo la conocía, que tenía una sensibilidad extrema y por eso no nos extrañaba verla cada día buscar, hurgar, investigar esas cosas imposibles que las mentes inquietas, encuentran.
Tenía miles de cuadernos llenos de reflexiones. A veces nos dejaba leerlas y cuando lo hacíamos nos despertaba, nos desvelaba, nos dejaba pensando.
Y después llegó la niebla y anduvimos a tientas buscando las cosas triviales. Hoy encontrábamos algo, mañana tal vez otra cosa. Como la niebla persistía, nos desesperamos. De ella no nos acordamos porque pensamos que las otras cosas eran esenciales.
Cuando la niebla se fue y poco a poco recobramos la normalidad, extrañamos su presencia pensante. La buscamos y no la encontramos. Nunca más tuvimos reflexiones que nos dejaran desvelados.
Entonces nos dimos cuenta que lo trivial también necesitaba esa mujer que dejaba pensamientos y husmeaba historias, sin ella nos sentimos otra vez llenos de niebla…era niebla gris y azul pero nos caminaba por dentro. Y no se nos fue nunca más…