Porque desafiaba fue juzgada socialmente.
Porque fue juzgada prefirió vivir y estar alejada.
Porque vivió alejada se enamoró toda la vida.
Porque se enamoró toda la vida, vivió a tope con el amor.
La descubrimos un verano en el pequeño balneario oceánico, era la Mujer del Tarot, y otras esotéricas conjugaciones. Se ganaba la vida desde su pequeño rancho que estaba decorado con artesanías del lugar y tenía una ventana pequeña desde donde se veía la locura de sal y espuma del mar azul.
Por jugar una tarde de lluvias miles, fuimos. Nos dijo cosas increíbles, nos leyó la vida y nos pareció absurdo. Volvimos cada dos tardes ese y todos los veranos. Se fue transformando en nuestra psicóloga, prestidigitadora de acertijos y amiga consejera.
Una tarde de frío inusual nos contó un secreto: hacía más de cincuenta años se había casado, había tenido un hijo y seguía enamorada del mismo hombre.
– En ocasiones me enamoro de otro y me lo permito – nos dijo dando una larga calada a un cigarrillo- he tenido todo tipo de amantes. Algunos sólo por escrito, otros han sido telefónicos, otros de carne y hueso… Eso es lo que me ha permitido amar cada día más al que elegí a los quince, mi único marido. Para mí el amor es eso, enamorarse y desenamorarse y regresar al original con nuevos bríos…
Esa tarde nos fuimos un poco escandalizadas y otro poco asombradas, curiosas y con mil preguntas que no respondió.
Igualmente su Tarot, siguió año a año, siempre asombrándonos, abriendo más preguntas. Fueron diez años de venir a veranear planeando antes, nuestras visitas.
Hace dos años vinimos y se había muerto, su marido se ha perdido en el laberinto del alcohol y no ha regresado.
Su pequeño rancho tan extraño y hermoso se fue derrumbando y hoy, ni su rastro se detecta. Pero el cartel pintado a mano donde se anunciaba su Tarot ha sido conservado. Intacto, tal vez, repintado…Cuál de todos sus amores mantendrá ese mínimo detalle para tenerla presente?