Más lejos del mapa, salirse de sus límites,
romper el planisferio y las Islas que jamás conoceré.
Viajar, sin vértigo, a la velocidad crucero de algún aparato insonoro.
Poner una distancia que no pueda medirse ni con el centímetro del infinito.
Así de lejos. Así de cerca.
Más allá de toda miseria y toda mentira y toda injusticia.
Por una hora. Un mes. Un año. Eternamente.
Me da lo mismo.
Una ilusión fantástica y casi infantil: igual que antes. Menos posible ahora.
Lejos. Aparte. Insonorizada. Sin medida del tiempo.
Qué bello debe de ser el Universo sin nosotros…