Me he casado con la locura, no sé si ahora me dirán lesbiana… la locura, no podía ser de otra manera, es fémina. También yo.
Quiero dejar constancia que me caso con ella por motivos propios. No me falta nada de lo necesario, no es enloquecerme por hambre, frío, carencias… Mi familia goza de buena salud, no tengo deudas importantes, vivo con un hombre sincero y bueno que después de veinte años, me cuida y se preocupa por mis orgasmos.
La locura a mí me surge con la luna. Me encanta perseguir su decanato y desobedecer y despotricar, gritar o insultar en luna llena. Corresponde por fábula: lobo hombre, loba mujer.
Y me vuelvo loca, nadie me soporta, ni siquiera yo misma y ando destilando odios, rencores, insultos y no soporto nada. La piel se me vuelve extremadamente sensible, todo lo que me roza me eriza, me genera picazón. El ánimo se me vuelve viento del Norte y produzco discusiones por donde paso. El alma se me hace de hierro y no tengo piedad y ofendo temerariamente.
Una semana al mes me vuelvo mi hermano esquizofrénico, mi tía bipolar o mi madre, depresiva obsesiva. Todo eso junto también. Una semana de Luna llena, me colma, me transforma, me doy el lujo de ser loca a mi manera…
No sé si lo disfruto. Sé que luego me calmo y vuelvo a ser yo. O tal vez, vuelvo a fingir, no importa, vuelvo… No es un regreso abrupto. Voy retornando en forma lenta a lo que ustedes llaman “ normal” o “ racional “.
A mí esas dos palabras me generan muchas dudas, cada día me cuesta más definirlas. Pertenezco a la primera o segunda generación que se da perfecta cuenta que el gran problema de este planeta somos los humanos. No es poca cosa. Mi nieto de doce: ya lo sabe.
Pero quiero recomendar aquí: una semana de locura por mes. Es tan catártico como la mejor caja de ansiolítico y genera más respeto. No tiene contraindicaciones. No sé si produce adición y con el tiempo se transforma en dos semanas. Estoy en la primera etapa.
Gracias por esta locura!!!