El hombre que vive conmigo, que me ama y me acompaña, mi compañero de vida, no mi esposo ni mi marido ni concubino, mi eterno amante, tiene el don de los vientos.
Una de sus virtudes es conocer las ciudades sin haber llegado y ubicarse en el lugar que está así lo hayan tirado de un camión en marcha. Para mí, carente de toda brújula, perdida en mi propio patio, esa es una razón para amarlo.
Suele tener una ironía un tanto entreverada que me motiva la risa y esa también es una razón para amarlo. Sin risa el amor es imposible, sería casi como sin orgasmos.
Me encanta que domine los vientos. Que estemos frente al mar y me diga que en media hora virará el Sur y será del Este. Me gusta aún más que me lo tenga que explicar tres veces o más porque yo nunca sé dónde están los puntos cardinales.
Esta es una reflexión muy seria porque cuando se justifica el amor parece qué hay que tener un montón de motivos para amar al otro.
Cómo puede una mujer perdida en sí misma no amar a un hombre que domina los vientos?
Sé que suena a elemento fantástico pero ha sido él, quien sin ninguna prisa, corrigió mis tormentas y dominó mis vientos locos.
Cada vez que lo consigue, lo admiro y lo amo…
Pero me encanta provocarlo nuevamente y vuelvo a ponerme tormentosa, llena de viento Norte, el de locos y locas, para buscar al hombre que domina los vientos… un juego que venimos repitiendo hace casi diecinueve años…
Felicidades 🍾🎈🎉🎊