En una punta se quedó la tía rica, que enriqueció casi de golpe y en épocas tristes, plena dictadura. Empezaron con un restaurante y después dos y tres… En la otra punta la tía que se empobreció porque el tío perdió el trabajo, cuidaba a la abuela y tenía ocho hijos.
La solidaria hermana rica la puso a lavar la mantelería blanca y las servilletas de sus restaurantes. No había para comprar máquinas industriales de lavado y planchado. El tío se inventó, aunque nunca nadie lo destacó ni le agradeció, un lavarropas gigante con un tanque de agua y un motor.
Me viene en recuerdo la pila blanca de ropa por planchar, manteles y servilletas. Planchar era oficio de las tardes de invierno a verano, con lluvia o calor. A mí me gustaba ayudar doblando la mantelería porque era pequeña para planchar. En realidad iba a ayudar pero el propósito era escuchar conversaciones de mujeres adultas.
Las pilas de ropa blanquísima y los restaurantes llenos… nunca nadie se quejó de la dávida, pues era eso y no otra cosa. De alguna manera después la tía pobre logró encauzar su prole y la tía rica terminó casi pobre pero… eso es otro cantar. Mientras fue rica, orgullosa y patética, le tiró huesos a los que en su familia la estábamos pasando mal. Incluyo a mi madre viuda, sin jubilación y con una hija adolescente con ideas extrañas… yo.
Mi madre amasó innumerables pastas estilo italiano y lavó pisos en esos restaurantes. Qué suerte haber tenido una tía tan generosa! Cuando fue rica nos tiró sus sobras… tenia obligación acaso de darnos un trabajo más digno? No! No tuvo ninguna obligación y mucho menos tuvo remordimientos…
Por eso sé que esa teoría de conquistar a las 100 familias realmente ricas de ese planeta para salvarnos todos, no es una utopía, es una estupidez… ni entre hermanos se da eso.
Mira tú si los ricos… Jajajaja