La silla

Era la misma silla, dijo la tía abuela al verla, la misma que arrastró desde su pueblo natal y que bordó primorosamente para casarse. Era costumbre restaurar y bordar el tapizado de una silla como señal de bonanza en el casamiento.

No hubo forma de que entendiera que no podía ser la misma, que habían pasado setenta años y que no podía lucir igual.

La artesana que la encontró y la reutilizó, la que bordó su tapizado, estuvo de acuerdo con la tía abuela. Porqué no puede ser la misma? nos preguntó. Y porqué no puedo haber intuido los mismos colores y dibujos?, también nos preguntó. Hay cosas más complicadas y sin embargo, suceden…

Así que ahora, en el cumpleaños de noventa de la tía abuela, compramos la silla y la pusimos en su habitación… con la secreta ilusión de que se siente en ella y vuelva a su juventud y se ría y cante y entone melodías de amor, como hacía en esos días de novia…