Sé que muchos conocen la historia que como tantas, fue contada romántica e ilusoria, porque las verdades más simples hay que llenarlas de metáforas.
Drácula no era ningún conde, su madre sí lo fue, enamorada como loca de un albañil de su palacio concibió al niño que luego inmortalizó la historia de los vampiros.
La condesa embarazada de un albañil era un desastre nervioso, esposo no tenía, era viuda desde hacía un año, un real caballero para que cubriera el embarazo como buen esposo, no encontró y para colmo de sus males, el albañil desapareció una noche sin dejar pistas. Sumida en la tristeza se encerró en su castillo, intentó ocultar su vástago que nació y lloró como otros tantos. Despertó en cierta forma el cariño de su madre, fue un bebé casi feliz y tuvo dientes normales.
Cuando cumplió tres años encontró a su madre en un charco de sangre, se había suicidado, su honor perdido junto al albañil y su hijo, un bastardo de la realeza. Fue tal el dolor del niño que besó a su madre muerta y se fue bebiendo su sangre. Lo haría de dolor o de hambre, porque era un pobre niño sin atención alguna desde que su madre se mató.
De ahí en más juro venganza, lo apartaron, lo llevaron de casa en casa, a cuál más pobre, lo golpearon y humillaron. Hasta que a los veinte años logró recuperar el viejo castillo de su madre, se compró el título de Conde y empezó la leyenda del vampiro. En realidad era un insomne permanente y su complejo de Edipo era tan grande que dormía de día en el sótano junto a la cripta de su madre muerta.
Lo de beber sangre tal vez sea cierto, pero lo que sí fue verdadero, eran sus vides famosas y un vino tinto espeso que hacía él mismo en sus sótanos y que bebía toda la noche para poder dormirse.
Que sedujera a las mujeres es bien posible porque su padre, el albañil, fue un bello hombre que enamoró a muchas mujeres de la corte.
La cruz, el ajo, los cazadores de vampiros fueron necesarios para poder seguir contando desde ayer hasta hoy las historias de vampiro que lo embanderan como Conde Drácula.