Otras casas

En La Esmeralda había otras casas que, como dije pertenecían al personal permanente. Eran casas chicas y pobres, pero a mí me gustaban, había muchos niños y niñas en ellas.

Un día mamá nos invitó a ir a “ la otra casa”, había que hacerla limpiar, venía gente de la Capital porque ya estaba cerca la cosecha.

Atravesamos por un camino de tierra las plantaciones, sonreían las pequeñas manzanas tempraneras, andábamos más ligeras de ropa, el verde estaba pintando los álamos, y me gustaba caminar atrás de mi madre y hermana que charlaban sin parar. Pasamos por una casa muy pequeña, una mujer enorme barría afuera y dos perros muy flacos custodiaban el rancho. Mamá saludó respetuosa, la mujer contestó enseguida. A mí me dió miedo.

Pero como no nos detuvimos, un poco más adelante visualicé otra casa. Mami, vamos a esa casa, pregunté. Sí, a esa, respondió mamá y entonces troté libre, adelante, mirando las flores amarillas al costado del camino y acercándome casi corriendo a la otra casa.

Después que mamá abrió la puerta, ella y mi hermana abrieron otras puertas y todas las ventanas. Mi madre iba revisando cocina, baño, sala, dormitorio y le decía a mi hermana dónde había que limpiar y mi hermana agregaba cosas en la lista como poner unas flores, un mantelito bordado, algún adorno.

– Pero sólo vienen dos hombres. Aclaró mamá y con eso ya quiso decir que no necesitaban muchos adornos. Mis inquietudes eran: quiénes eran? A qué venían? Cuántos días estarían? Comerían solos en la cocina? Quién iba a cocinar? Y las dos camas quién las tendería? Y por qué venían dos hombres y ninguna mujer?

– Ay basta! – rezongó mi madre. Vienen a supervisar el trabajo de tu padre y a seleccionar personal para la cosecha… comerán en casa y mañana viene tu hermana con Luján para hacer una limpieza… satisfecha?

Pero yo también quería ir, me encantó esa casa tan bonita y más pequeña. Esta si sería mi casa de juguete!, le dije a mi hermana. Ella se rió mucho de mí y me dijo: te da miedo subir una escalera y vas a traer tus juguetes acá? Son como cinco cuadras!

Me daba mucha rabia pero mi hermana tenía razón, yo jamás podría ir a esa casa sola. Me perdería y lloraría, seguro. Sin embargo , después de un año ese camino se me acortó y logré ir sola.

En definitiva era la casa donde se alojaba gente que eran dueños o encargados que, desde la capital del país, venían un par de veces al año a fiscalizar el trabajo de mi padre.

Esa casa fue la que hace apenas un mes me ayudó a encontrar La Esmeralda. Esa casa tenía también una mujer sensible como propietaria, que creyó mi historia y me ayudó a recorrer la antigua chacra. Otro Angel de Cinco Saltos.

Una anda por la vida buscando ángeles con alas y no se da cuenta que muchos, todos, viven como nosotros y si tenemos suerte, un día pasan a nuestro lado y hacen pequeños milagros.

En mi retorno a Cinco Saltos, en esa búsqueda alocada de los años más felices de mi infancia, me topé con varios ángeles.

Me pregunto ahora: yo volví por esa etapa de felicidad o porque dejé esa forma afable y cariñosa de la gente?… debieron ser ambas cosas y sólo recordaba la esencia material.

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