Cuándo habrá sido que comencé a recordar Cinco Saltos y La Esmeralda como un lugar hermoso que, nunca más podría ver, y qué seguramente lo podía solo atesorar en mi memoria?
A los cinco, seis y siete años yo no podía saber qué tenía sólo diez años más para tener padre. Y sólo cuatro para tener un hermano mayor. Papá murió del corazón casi sin aviso previo, mi hermano se perdió en una esquizofrenia que lo fue alejando de nosotros hasta hacerlo irreconocible.
Tampoco comencé con esta ilusión de volver cuando murió mi madre a la edad que yo tengo ahora. Cuándo murió mi hermana? Más joven que yo hoy? Tal vez fue ahí…
Un día me encontré escribiendo prosas poéticas sobre casas deshabitadas o abandonadas. Escribí varias. Un día le escribí a mi familia ( ya habían muerto) y les decía que había encontrado La Esmeralda. Ahí comenzó mi deseo de volver a Cinco Saltos y buscarla.
Ese día que partimos, antes de hacer los dos mil kilómetros, le dije a mi marido: llevo mis muertos conmigo. Nos reímos juntos y dijo: que vayan atrás, acá no hay lugar.
El día que encontramos la Esmeralda mucha gente intentó ayudarme: desde la Municipalidad y la Prensa. Sin embargo mi marido no quiso esperar ayuda y salió a buscarla.
Él nunca había estado en ese lugar. Lo único que conocía eran mis relatos. Dimos dos o tres vueltas y de pronto me dijo: ahí hay dos caminos, me tiro? Sí, a la derecha- dije sin pensar- y riendo le dije: traigo todos mis muertos y ni uno me ayuda a encontrar La Esmeralda, tengo que hacer todo sola!
En ese momento mi marido detuvo la camioneta y me dijo: no será esa?. Yo tuve un estremecimiento al ver la casa desde lejos. Me bajé y entonces sentí esa extraña energía de haber estado, de conocer aquello, me arrimé al portón( que está reformado) y la sensación era cada vez más poderosa.
No quería mirar mucho la casa, el techo verde era muy parecido pero lo recordaba rojo. Entonces comencé a caminar hacia el sendero. Tenía que encontrar “ la otra casa”, si estaba como a cien metros, había encontrado mi paraíso perdido.
En “ la otra casa” había un ángel guardián que me dió la oportunidad de recorrer todo. Pero ese ángel merece otro capítulo.
Sin dudas empecé a soñar con volver después de perder toda mi familia y recordar, escribiendo, cuanta vida queda en las casas que se abandonan u olvidan. No podía hacer eso: tenía que intentar encontrarla.
Al encontrarla, mi niñez feliz regresó y mis queridos muertos volvieron a la vida.