Descubriendo la casona

Me comenzó a ir bien en la Escuela, iba contenta cada día. Pero regresaba a esa casa enorme para mí, aún no incursionaba más allá de los pinos que la rodeaban.

Por suerte tenía mi hermana mayor y mi hermano, era bastante solitaria mi vida en la casona del Sur.

Hasta que mi hermana decidió que teníamos que explorar la planta alta que, en aquellos tiempos, tenía una escalera por afuera.

– Vayan, autorizó mi madre, pero no entren en el dormitorio del carpintero.

Aún no me había arrimado a aquel hombre alto, delgado y canoso que, según mi hermana había llegado de la guerra y estaba solo en el mundo. Pero yo aún conservaba cierta distancia.

Así que fuimos a la planta alta: a descubrirla. En realidad eran unas cuantas habitaciones con ventanas más pequeñas que las de abajo.

– Acá podríamos armar tu habitación de jugar… y tu biblioteca- dijo mi hermana en la habitación de la esquina que tenía tres pequeñas camas, una ventana con mosquitero y una más grande desde donde se podía ver casi toda la chacra.

Tener ese rincón ahí arriba con juguetes y libros me dio un poco de miedo. Hasta que la casa se amigó conmigo y esa habitación fue mi palacio particular. Ahí jugué, leí, hablé sola por horas en las vacaciones de verano.

Lo más extraño de la planta alta era que apenas se entraba por la puerta principal, había a cada lado dos puertas como para enanos. Mi hermana tuvo que entrar agachada y luego se sentó a mirar: mi hermana había encontrado un tesoro.

Qué infinitos objetos desconocidos y bellos había. Eran bellos? No sé pero el entusiasmo por lo viejo, antiguo, pero nuevo a nuestros ojos… fue increíble.

Copas, botellas de todas formas y colores, cajones bellísimos que guardaban monedas muy viejas. Platos y fuentes de loza muy antigua. Bordados, tapices, algunas mesas pequeñas y casas de muñecas. En esas dos pequeñas habitaciones había generaciones de objetos, heredados o desterrados, que eran una maravilla. Empezamos a clasificar y a mirar, limpiar y ordenar cuando llegó mamá:

– De aquí no se toca nada, eh? No puede salir nada de acá.

Qué desilusión! Tener un tesoro y ni siquiera poder mostrarlo. Creo que de todos modos mi hermana logró esconderse una botella primorosa y extraña, que se llevó a nuestra habitación. Recuerdo que por años la historia de el genio de Aladino, me la imaginaba saliendo de esa botella y no de la famosa lámpara.

Además de ese tesoro estaba la habitación del carpintero y varias vacías. Mi habitación de juegos tenía camas.

– Vamos a ir trayendo tus juguetes- dijo mi hermana y me sentí que era más grande, pero me dió tanta pena dejarlos tan lejos.

La planta alta de la casona me conquistó en aquel primer verano que fue eterno y solitario.

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