1.
Ella comienza su día como cualquier sábado más. La rutina de dejar la casa reluciente aunque está sola. De pronto suena el timbre, suena como insistiendo, sale y no hay nadie. Está a punto de entrar cuando ve el paquete en el escalón. Es un paquete del correo.
Sigue con su rutina de plumero y escoba, el paquete queda sobre la mesa intacto. Ella no tiene nadie que le pueda enviar nada, será una equivocación o un broma tonta de algún ex alumno.
Pero el paquete la intrigaba, de todos modos, estaba segura de la falsedad porque el cartero la conocía y no se había quedado en la puerta a esperarla. Sí, sería todo una broma. Sin dudas.
Era una mujer madura pero conservaba aún su aspecto juvenil. Había sido profesora muy joven y también se retiró muy joven. Los amores se le negaron, incluso uno se le murió y decidió quedarse en la casa paterna y mantenerla lo mejor que podía. Era la tía favorita de los sobrinos, tenía dos hermanas. Y justamente los sábados merendaban todos juntos bajo la gran magnolia.
Los sábados ella tenía mucho que hacer, ni miraría el paquete del correo. Lo dejó en su habitación y le llamó la atención la letra manuscrita y prolija. Quién escribe hoy en manuscrita? se preguntó pero siguió haciendo cosas.
Esa era su tarde feliz. Jugó con sus sobrinos y charló con sus hermanas. La invitaron como siempre para salir el domingo y respondió, como siempre, que no. El domingo se dedicaba al jardín y la lectura.
2
Esa noche dio vueltas y más vueltas en la cama. Fue al baño, se hizo un té y después se quedó sentada en su cama mirando el paquete. Era para ella, su nombre estaba escrito en forma sencilla, clarísima, buena letra y hasta le pareció simbólica.
Ya de madrugada encendió la luz y abrió sin muchos miramientos el sobre. Adentro había una carta, más bien una nota y cuatro nueces. Perpleja leyó la nota:
“No son nueces cualquiera, las he cultivado especialmente y sólo te pido que las plantes, en cuatro lugares diferentes de tu hermoso jardín. Si crecen, si una sola crece, crecerá el amor.”
Y ya no pudo dormir. Para broma le parecía infantil. Para molestarla era simplemente estúpida. De qué se trataba y de quién era? La caligrafía y ortografía denotaba que no era alguien muy joven.
Los días que siguieron fueron imposibles: qué hacer con las nueces?
Al sábado siguiente puso tres en un pastel que comieron con sus sobrinos y la otra no la pudo encontrar. La encontró de noche en su mesita de luz, junto a la cama.
3
El domingo plantó la nuez, consideró que si se había salvado del horno, merecía la tierra.
Sucedió que en los días siguientes se fue sintiendo animada y con ganas de hacer cosas fuera de la rutina. Sucedió que el nogal crecía a pasos acelerados y ella no sabía qué sucedía.
Sucedió que a los cuatro meses el cartero volvió a tocar el timbre en plena mañana de sábado y no tenía carta alguna en las manos, tampoco su uniforme de cartero.
Abrió la puerta y lo vió por primera vez, recordó el compañero de banco de la escuela primaria, recordó la letra hermosa de notitas a montones que recibió y nunca respondió. Lo miró y sonrió y él, devolvió la sonrisa.
Sucedió que él entró en la casa, se sentaron bajo el nogal que no paraba de crecer y le dijo con dulzura:
– Tuve tanto miedo de que no fueran las nueces correctas, las espero hace muchos años.
Y se quedaron tomados de la mano abajo del nogal mágico.
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