En retiro espiritual

Cómo hago para escribirlo. Es una incógnita aún cuando yo suponga que puedo lograr escribir algo y que se entienda.

El Colegio era de Monjas y las monjas no eran lo peor, ni lo mejor, eran monjas en los años sesenta y tal vez estaban un poco más inclinadas a ser más bien modernas que arcaicas y medievales. Aunque para mí en esos días eran lo más atrasado y retrógrado que podía soportar. Pero me encantaba el Colegio, era bello, amplio, tenía una capilla pomposa, los patios más hermosos del mundo y buenos docentes, aulas amplias e iluminadas. Si, era un hermoso Colegio.

Cuándo nos descubrimos también es casi un misterio, habremos tenido nueve años. Si, tal vez, nueve. Aún sin el bendito primer período que ya nos estaba esperando y que las monjas llenarían de folletería higiénica. Nos hermanamos casi enseguida, fue hermandad por años y fueron tal vez, los mejores, aunque no lo sabíamos. De ser amigas íntimas, mejores amigas, cómplices, compinches en las buenas y malas no se vuelve. Ha quedado demostrado.

Depilarse por primera vez a escondidas, fumar por primera vez en secreto, soñar besos, ensayar besos en el espejos, leernos novelitas románticas, soñar despiertas, compartir el tiempo de la otra, la vida, la familia, no pasar un día sin estar juntas, estudiar todo juntas, así pasamos esos años. Qué nos faltó compartir mientras nos íbamos haciendo adolescentes con aspiraciones de mujeres? Casi nada.

No sé cuándo empezamos a revelarnos con el tema religioso. Si hasta habíamos sido sobresalientes en la materia. Tal vez no hicimos la pregunta correcta o no nos supieron responder lo correcto. Y la misa y los rezos empezaron a molestarnos tanto que no había forma de contener la risa. No hubo penitencia ni oración que calmara nuestra risa. Nos reíamos siempre, sin ton ni son, absolutamente irresponsables del mundo y sus secuelas.

Nos encantaba meternos en el confesionario y preguntarnos los pecados. Responder con palabrotas, ingenuas, y reír a carcajadas. Imaginar pecados graves, casi todos sexuales que ni siquiera conocíamos, era nuestro pasatiempo favorito para ensayar confesarnos.

Entonces llegó aquello de “ retiro espiritual “, la casona en Federación, en el campo, ir a buscar el silencio y la oración, la comunión y La Paz de Cristo. No me lo puedo creer que nos hayan permitido ir. Sería por nuestras calificaciones. Porque nuestras travesuras eran conocidas pero nuestras notas eran excelentes siempre. Además de reírnos y preguntar siempre lo que no debíamos éramos máquinas de estudiar. Así que… nos llevaron al “ retiro espiritual “.

Las monjas nos pusieron a ambas en la habitación más cercana pero estábamos en la la planta alta. Éramos muchas y nosotras sin dudas las líderes de la diversión. No cenamos: preferimos ayunar. Pero nos juntamos a comer de todo en una de las habitaciones y surgió la idea de robar el vino de la misa. Era blanco, dijo alguien, entonces le agregamos agua y ni se nota, deduje.

Y bajamos nosotras, quien más, a robar el Santo Vino, a poner agua en la damajuana y a beber un poco entre todas… bueno, estaban las mojigatas que se negaron. Mejor, más para nosotras y fue la fiesta total: tomamos vino comimos sobras y después castigamos a las mojigatas mojándoles la cama!!! Muy divertido correr y asustarnos en la planta alta hasta que desde abajo cortaron la luz. Las monjas!!!

Correr a buscar la cama, correr riéndonos a carcajadas buscando con falsa desesperación el lugar donde nos haríamos las dormidas. Y las pobres Monjas con linternas revisando cada celda habitación, sabiendo que el sueño era falso, que habíamos hecho fechorías y que mentíamos. A qué hora realmente nos dormíamos? Porque después de la inspección frustrada, venían las risas de nuevo.

Al otro día fuimos a misa como ángeles verdaderos. Y nuestros ojos observaban con mucho afán si el cura hacía un solo gesto con el vino rebajado. Se animaría a decir que el vino estaba aguado? Sería un borracho confeso o la sangre de Cristo sabría siempre igual, con o sin agua?

Salimos de la Iglesia sin pena ni gloria, el cura se tomó el vino aguado, las mojigatas querían contar nuestro pecado, hubo que amenazarlas, el día transcurría y no teníamos a la vista ninguna diversión.

Hasta que nos autorizaron un pequeño paseo por el pueblito rural. Allá fuimos como en estampida, energía de sobra y hormonas también, no sólo dimos “ una vuelta”, dimos varias provocando a los jóvenes que trabajan en el medio rural con risas locas y miradas pícaras. Jamás pensamos que nos seguirían. Éramos tan niñas que todo parecía juego. Así que en el atardecer, en la terraza de la casona de las monjas, mientras ensayábamos destrezas físicas, sentimos silbidos, canciones, llamados…NO LO PODÍAMOS CREER!!!

Un grupo de muchachos, mucho más grandes que nosotras, en las afueras de las rejas nos hacían señas para que bajáramos. Qué hubiera pasado si esa osadía inocente nos hacía escaparnos? Se habían sentido provocados por nuestras tonteras. Querían mucho más.

Esa, y muchas veces más, la osadía no le ganó a nuestra inocencia y seguramente nos salvamos de una pésima experiencia. Las Monjas nos hicieron acostar temprano y escuchar los silbidos de los pretendientes nos dio risa, pero era una risa nerviosa que en el fondo, guardaba cierto recelo.

Ni Marta ni yo olvidaremos aquella casona majestuosa con angelicales destinos, nada nos aportó desde la liturgia pero fue una aventura más de las que sellan la pubertad en santa amistad de por vida.

La casa habrá perecido con el viejo poblado. Nunca más la veremos. De todas aquellas chiquilladas llenas de risa quedamos nosotras querida Marta, recordando y contando nuestras pillerías sin sentido, nuestra amistad libre, loca, vital y llenas de carcajadas imparables…

2 comentarios sobre “En retiro espiritual

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