Adelaida

Nació en el campo a principios del siglo pasado. Esta prima de mi abuela es recordada por su trabajo incesante y sus trangresiones más loables.
Analfabeta por designio de su sexo, con una salud quebradiza que le permitió siendo niña, quedarse en casa y hacerse auto didacta. Aprendió a leer y escribir con cuadernos y algunos libros de sus hermanos. Y la cabeza decía la abuela, se le llenó de pájaros y el cuerpo de mariposas.
Cuando se le acomodó el cuerpo tuvo que ponerse a trabajar. No la llevaron a los campos pero en la casa eran diez hermanos y ocho eran hombres. Sobraba ropa para lavar y comida para hacer. Y barrer. Y cuidar los animales domésticos. Y airear y sacudir y zurcir. Infinitas tareas. Sin embargo, le daba el tiempo para leer y escribir. Y enamorarse de lo que leía y escribía.
Los años fueron pasando, la casa se fue vaciando todos se iban casando. Y ella nada. Ni hablar de hacerla entrar en razón. Una mujer sola se marchita, decían.
Adelaida se quedó en aquella casa gigante. Todos los hermanos le dieron sobrinos que la adoraban. Tenía una mano mágica para las tortas y los cuentos que los niños amaban.
A los 35 años, desahuciada soltera, se casó con un hombre mayor que escandalizó a la familia y se fueron a vivir a la capital. El hombre pisaba los ochenta.
A los dos años regresó viuda, fumando, vestida con polleras finas y hablando como poeta. En su pueblo natal, pueblo de campesinos, encontró un terrateniente casi septuagenario del que se hizo amante. Él le regaló un auto y luego, huyeron a la capital.
Regresó cuando el hombre murió porque la nombró heredera en su testamento.
Rica, viuda y con ánimos de sobra, se regresó sola a la gran ciudad donde se transformó en la primera editora femenina. Como los escritores no confiaban en una mujer se casó con un empleado al que le llevaba diez años y mucha experiencia. Publicó todos sus libros con seudónimo masculino y regresaba al pueblo de tanto en tanto, cuando algún sobrino se casaba.
A todos ellos les dejó su sello editorial y sus regalías como autora. Murió fácil y rápido en un tonto accidente de auto.
La editorial y sus libros desaparecieron. Nadie quería hacerse cargo de un producto ilícito para una mujer de la época. Y mucho menos de una transgresora que avergonzó a la familia.

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