Por el camino de piedras que baja hasta el río llovieron llorando los pájaros muertos. Un fenómeno así, de tantas alas suicidas merecía fotos sensacionales.
Los pájaros muertos se negaron, cayeron en picada vertiginosa, los cuerpecito duros como balas, en una suerte de suicidio colectivo cuyo destino final era detener nuestra humanidad cotidiana.
Algunos quedaron por el camino pero la mayoría de los plumíferos proyectiles nos dieron un golpe sordo en algún lugar de nuestros cuerpos.
Y rompimos a gritar y a correr sin entender, ¿ acaso entendemos algo?, no hubo flashes ni filmaciones porque el pánico paralizó el éxito de la noticia. Y ya después de las horas o segundos, que pueden ser la misma cosa, que duró la lluvia infernal de cuerpos alados y muertos, nada fue igual.
Llegaron de todos lados a registrar el suceso único. Cuando aproximaron cámaras y filmadoras los cuerpecitos se pulverizaron. La noticia que no pudo ser. Un registro que no quedó. Un suceso que no pudo ser mostrado.
El pueblo ha ido mutando. Se han ido marchando los vecinos. Una lenta peregrinación satura los caminos. El espejo del río susurra sin trinos, ni un nido, ni un pico, ni un pichón emplumando. Nos vamos. Los pájaros que llovieron muertos también nos han mudado o matado que también, pueden ser la misma cosa.
Llovieron pájaros muertos
