Mujer espejo

Un espejo y sólo uno. No había otro que pudiera mirar. Sería su loca fijación porque lo heredó de su abuela, sería porque fue lo único que conservó de su infancia. Quién sabe y qué importa.

En la afilada y resbalosa superficie, cada noche se untaba la cara con crema…escudriñando. Algunas veces el cristal le hablaba o más bien, le mostraba: sus absurdas mentiras, sus comentarios hipócritas, su mansedumbre comprada, su indiferencia pagada, su lejanía forzada.
El espejo era el que nunca le mentía. También el único que en realidad la conocía. Era su único amigo y confidente.
En la vida real: ella era la bien amada esposa, madre, empleada.
Pero cuando la casa quedaba oscura y en silencio, su último ritual era ponerse crema en la cara frente a ese espejo que enorme y biscelado, era la puerta del antiguo ropero de la difunta abuela, la miraba y escrudiñaba.
Allí y sólo allí lloró cada una de las amantes de su marido, la indiferencia absurda de los hijos, el trato insensible de compañeras de trabajo, su frustración en el lecho del amor, la lujuria solitaria que ocultó siempre.
Frente a ese espejo tramó venganzas y se atrevió a verse a si misma, no sólo como fracasada sino también como posible asesina.
Ya casi tocaba el ocaso de su vida, sus ansias querían saltar del espejo a la realidad, no soportaba más su doble vida. Planificó cada detalle de su venganza que comenzaría con las amantes de su marido y seguiría con él.
Esa noche frente al cristal de la abuela se confesó por primera vez en voz alta, habló como con su hermana gemela… por primera vez se atrevió a escuchar en voz alta su plan de venganza. Tenía cincuenta años de observación y silencio.

Y la vieja puerta chillando polvo y olvido de pronto se abrió. Y ella no resistió la curiosidad de mirar adentro. Y miró y no regresó. Nadie más la encontró o la vió.
Algunas veces, después de años de darla por muerta, el marido y los hijos creían ver su imagen en el viejo espejo… pero sacudían la idea y nadie lo contó jamás.
Del lado del cristal, sin otra posibilidad que observar y descubrir pasiones, odios, hipocresías y otras ridículas formas de vida, ella sólo observa.