Importa la fecha exacta? Las cosas que valen la pena y casi nunca se cuentan, no deberían tener fecha.
Gibelina era una mulata que trabajaba en un puerto brasileño. Esclava por generaciones seguía fregando pisos y escapando de las manos ávidas de su patrón. Escapando de su ama que comenzó a golpearla cuando a ella le crecieron los pechos y su cuerpo se hizo de guitarra.
Gibelina tenía un don natural para bailar agitando sus caderas y vibrando y sudando arrancaba ansias de cualquier mortal. Algunas veces se escapó a bailar en el puerto y los aplausos la entusiasmaron. Se escapó cada vez más hasta que aquel hombre barbudo la raptó y la encerró en su barco.
Gibelina resistió la violación con uñas y dientes y el hombre decidió dejarla sin comida y sin agua para » ablandarla». No la quería de prepo, quería que ella gozara.
Así zarpó su barco, con Gibelina encerrada y él intentando conquistarla. Cuando la mulatase dió cuenta que se alejaba de sus amos, sonrió y comenzó a mirar al hombre con un poco de cariño. A los diez días se dejó abrazar y después poco a poco, se dejó llevar al camarote. Después no hubo después, la pasión los desbordó y salían del camarote solo a buscar comida y agua.
La tripulación se cansó de llamar al dueño del barco porque el rumbo estaba mal y se preveía que podían encalla. No hubo forma. El hombre y la mujer se amaban sin treguas y dormían como osos y recomenzaban.
La tripulación se salvó con los botes salvavidas. Ellos habrán encontrado la muerte con estertor de orgasmo o durmiendo el agotamiento, es lo mismo.
Nunca sacaron el barco que encalló en esta playa, antes no habrán podido, después no habrán querido. Ahí está, corroído por el salitre, asoma entre el oleaje, testigo de un amor suicida y perpetuo.
Cada año, en verano, camino cuadras por la arena y le invento una historia…