… Escuela llena de niñas y niños, escuela en la periferia de la ciudad. Llegó con mi valija de libros, títeres y otras maravillosas herramientas que me ayudan a narrar.
Y nos vamos al patio bajo una sombra frondosa y ahí, las historias salen por mi voz hacia los ojos y orejas de niñas y niños que escuchan, atienden, se sonríen y ríen, se sorprenden. Surgen aplausos tibios de manitas más o menos limpias.
Me voy sonriendo y llega mi paga: algunos abrazos espontáneos, besos tímidos y 6 semillas y … una bolita!!!
Le pregunto al niño si de verdad quiere regalármela. Afirma con la cabeza y señala mi valija: » para tus cuentos «, responde.
Y ahí anda desde ayer la bolita de un niño que quizás no tenga otra y me pagó con ella ese rato en que compartimos cuentos.
Existirá mejor salario?