Hablábamos de los miedos. Todos y todas a algo le tememos. Y salió la oscuridad y la enfermedad y la muerte como protagonistas en primera instancia. Hasta que ella dijo:
– Tengo miedo que me griten, que me digan que hago algo mal…
Mujer madura, pensé con autosuficiencia de docente, es raro. Pregunté:
– Algo de tu infancia? Gritaban mucho en tu casa?
– Gritaban sí…- fue largando lenta la respuesta- mamá era alcohólica y cuando no podía dormir nos mandaba a buscar alcohol en el almacén y si no nos atendían o no nos daban, cerraba la puerta y dormíamos afuera. Papá a veces se enojaba y le pegaba y mamá gritaba.. desde entonces no soporto los gritos…
Cómo se hace para desenredar una respuesta de este tipo, me preguntaba sin saber cómo seguir, era imposible porque además todas las otras mujeres la miraban asintiendo y ella quería seguir contando…
– A veces salíamos de madrugada a buscar alcohol, mamá si no tomaba… no dormía y se ponía malísima. Así una noche con otra, muchas durmiendo afuera. Hasta que ya crecimos y nos empezamos a vender…y ya no le faltó más alcohol. Mi padre se fue, pero ella vivió así borracha, borracha, como diez años más. Mientras fui prostituta no la dejé gritar más…
Miro a mi alrededor, las compañeras le hacen comentarios, veo las rejas, los alambres de púa y los guardias del otro lado. A veces, cuando estoy leyendo para mujeres privadas de libertad, aprendo muchísimo más que lo que te enseñan para recibirte de docente.