Agotada de tanta hipocresía se metió en una nube de palabras y se escondió todo lo que pudo.
Gastó todos sus créditos comprando libros y tuvo que recurrir a la Biblioteca Pública y guardar dinero para sobrevivir.
Se refugió en novelas de todo tipo y un día se dió cuenta que algunos personajes eran tan pero tan fuertes que al día siguiente, sentía una especie de posesión: representaba, repetía al personaje. Recordaba frases completas y las introducía en sus diálogos cotidianos.
Con el tiempo comenzó a adueñarse de algunos destinos y los contó como propios. Tuvo una vida de novela y ya nada la detuvo. Leía todo el día o la noche y en sus descansos, repetía frases, vivía argumentos.
Comenzaron a medicarla por bipolaridad un día que decidió pegarle una paliza al marido infiel y déspota.
Después también le pegó a su madre, la había abandonado infinitas veces en la niñez.
También quiso cobrar venganza con una monja que la ponía a rezar de rodillas en su infancia de pupila.
( Todas estas cosas eran falsas, dijo su psiquiatra)
Quiso volar sin pasaje ni pasaporte, quiso ser novia a los sesenta, prostituta y madre abnegada. La lista es casi infinita.
Siguieron medicándola, hasta que un día dejó de leer y de imaginar, también dejó de vivir…su última lectura había sido sobre un Club de suicidas…