Las petunias de Marosa se han perdido por este clima que desde el caribe, nos ha contagiado el escritor colombiano. Las camelias de la abuela casi no se ven y Dalias y Hortensias son mucho más pequeñas. El mundo de las flores ha cambiado, también ellas, precisas, frágiles y bellas han optado por abrirse en pleno otoño y casi dormir en primavera.
Ellas, tan sensuales, abriendo sus corolas como piernas que ofrecen la humedad del sexo. Ellas que con lentitud retiran las ropas y muestran su cóncavo interior. Ellas que se excitan, se abren y llenan de vida jardines, senderos, macetas. Trampa para colibríes y néctar de abejas y avispas.
Qué son las flores qué todas, todos, se alegran al verlas cuando muere el invierno? Qué nos despiertan y porqué esa tonta costumbre de regalarla a los muertos? De pura paradoja humana: vida para la muerte!
Cuántas flores has despreciado sin siquiera mirarlas? Son casi un milagro místico en nuestras selvas de cemento, rompen incluso con su fragilidad alguna vereda… las ves? Y en las macetas oprimidas, en balcones locos de altura, en jardines adinerados y en sitios de pobreza extrema? Las flores resisten el tedio citadino, el gris y los grises, apremian con colores nuestros nichos y festejan cada vez que pueden la alegría de la vida…
Debimos de ser flores… cuánta soberbia nos habríamos ahorrado…