En llagas…

…heridas que no cierran y sangran todavía dice un tango, cuál era? No importa, era un tango triste… otro más.

Pero cómo pude dejar de sentir esas llagas que me produjeron tu pérdida? Nunca sabré cómo, tampoco sabré cuándo me llegó el perdón y la aceptación de que no volveríamos a ser nunca más, lo que fuimos y seremos eternamente, esa legítima maternidad de la que hice alardes.

Ni me cuidarás, ni me verás envejecer, ni volveré a ver el futuro por tus ojos, no serás más mi orgullo, mi desvelo ni mucho menos, mi consuelo.

Te arrancaste de mi cuerpo en mi parto casi adolescente y te arranqué de mi lado, te enterré y lloré como muerto. Ha sido una larga llaga viva que me dejó sin piel durante años.

Ya no recuerdo tu mirada, esos ojos por los que sobreviví en el horror de aquellos años. Vencida mi ideología rebelde, encerrada, encapuchada y golpeada, me aferraba al recuerdo de tus ojos de niño para poder resistir.

La vida tuvo tantos tumbos y vueltas que terminé vencida pero logré sacarte de mi vida. No fuiste mi gloria, ni mi perdición, fuiste el hijo pródigo que se rebeló contra mí y jamás regresó.

Una lección te he dejado, una sola, por la fuerza, por obligación, jamás: ahí dejé de ser tu madre y fui mujer.

Lo siento, no aprendiste nada. No te di nada, ni te pediré nada.

Ahora la llaga ha cicatrizado…