De esas rojas putas
heredé el gusto por el tabaco y
la pasión por los que están bajo presión.
El gusto por la letra impresa y estrictamente leída.
El inmune sabor de lo que podría ser una revolución
la clarividencia para detectar a los fascistas
el terror a las capuchas desaparecidas
el pánico a los autos de patrulla
el asco impoluto a todo uniforme
el asedio de noches en blanco, pensando.
El amor al orgasmo libre sin trámite alguno.
De esas viejas rojas, putas,
me he heredado casi todo
Ahora soy yo la vieja, la puta, la roja,
delirante en este mundo de computadoras,
la que sigue soñando y sigue enarbolando consignas
la que escribe y sigue pensando en los de más abajo
la que se duele sin tregua de lo que no fue
la que parió hijos y perdió hijos
la que alborota a los nietos soplándole frases
la que sigue escribiendo en esta madrugada,
atroz de calor y humedad,
las mismas ideas de las viejas putas y rojas
que una vez fueron mi sangre,
anarcas, comunistas, putas, bien putas,
locas, muy locas,
así, las he heredado y me dispongo a seguirlas legando
a otras, a otros, a muchas y muchos, si puedo…