Vivía en las afueras de la ciudad, se rodeaba de plantas que crecían por doquier. Vivía sola y siempre estaba arreglando plantas, regando, curando, quitando insectos o plantando nuevas.
La casa era de barro y tenía el aspecto de casa de cuento. Lo que más sembraba eran libros.
Al principio la consideraron una extraña, una rara, una anciana chiflada. Hasta que comenzó a regalar macetas con libros plantados y cada quién tuvo el suyo, justo el que necesitaba.
Si la pareja andaba a los tumbos y el amor se les había trancado, allá iba la anciana con una novela de amor plantada en una maceta. Mientras la planta crecía el amor les regresaba.
Si lo que andaba mal era la salud,la anciana bajaba al pueblo y regalaba un libro de recetas caseras y poco a poco, la planta crecía y la salud retornaba.
Eso fue sólo el principio, cuando comenzó, pero luego cuando dejaron de reírse y comprendieron, su fama se acrecentó extendió desbordó.
Para cada insania o temor, cada desgracia o desamor, tenía una planta que procedía de un libro plantado. Con el tiempo también hubo libros plantas para la envidia, el egoísmo y la arrogancia que suelen ser, los peores males de una ciudad.
Cuando se hizo tan famosa que en la puerta de barro de su casa de barro las personas hacían largas colas, el gobierno investigó y también las iglesias y también los estudiosos.
Mientras investigan ella seguía plantando libros, encontró libros de cocina que regaló a una antigua cocinera que para cuando creció la planta, había recuperado la clientela perdida. Encontró un libro muy antiguo sobre música y lo plantó para que el director de la banda estudiantil recuperara sus alumnos. Plantó muchos libros, brotaron muchas plantas pero seguía llegando gente con más pedidos porque nunca estaban los deseos satisfechos.
Así que para cuando el Estado, la Iglesia y la Universidad la consideraron inofensiva, la sembradora de libros se había transformado en planta dentro de una maceta antigua y no la vimos nunca más.