Nunca supe qué tiene de malo hablar con y para la muerte. Qué tiene de malo imaginar que llega hoy o esta noche o mañana. Quitarle lo trágico. Saber que está cerca, más cerca que ayer. Es una obsesión me dicen.
No es más obsesivo sabiendo que es nuestro destino final evitar hablar de ella como si no existiera?
No es ridículo pensar que está lejos lejísimos y que siempre habrá tiempo para vivir?
No va a haber tiempo, siempre te va a faltar, a los cuarenta y a los ochenta. No hay tiempo porque nunca alcanzan los crepúsculos siempre querrás uno más. Un día más te da una oportunidad más.
Qué pena que para lidiar con la idea, tienes que estar gravemente enferma.
Pero a mí me encanta hablar de la muerte. Siento que es una parte de mí que no conozco y que no quiero olvidar. Para ir bebiendo la vida intensa desmedida despreocupada necesito hablar de la muerte como eso que, inexorable, tengo cada vez más cercano.