Ciudad Perfecta

Ni un solo hueco en el asfalto brillante de Ciudad Perfecta, así se llamaba. No sé si la conocieron, tampoco voy a pretender que crean en mi historia pero, sucedió.

Ciudad Perfecta tenía el orgullo de ser limpia, tranquila y lucir parques, plazas y calles intachables. Sus ciudadanos esmerados en su mantenimiento, la cuidaban de día y de noche para que nada ni nadie, sobre todo nadie, les arrebatara el título de tener la ciudad más perfecta del mundo.

Hasta que una mañana tempranito, alguien descubrió el bache en la Avenida Principal. Qué digo bache, era un hueco enorme y tremendo que separaba al asfalto brillante en un círculo enorme.

Así,de la noche a la mañana apareció y se instaló en silencio como suelen hacerlo los boquetes tramposos. Y su descubrimiento por un guardia tempranero originó una alerta general.

Mientras las autoridades organizaban el arreglo inmediato se tejían todo tipo de deducciones sobre el suceso. Alguien dijo qué tal vez un turista de otra ciudad, por envidia, había venido a destrozar Ciudad Perfecta. Como suele suceder con los comentarios, por tontos que sean, los fueron repitiendo como una lección y toda la ciudad, los creyó.

Al final de ese día la avenida había sido reparada y lucía perfecta, como debía ser en Ciudad Perfecta. También en el atardecer de ese día los turistas fueron invitados a retirarse de la ciudad. Algunos protestaron pero fue inútil, debieron irse porque los vecinos y autoridades los acusaban de sabotaje a su hermosa ciudad.

Desde ese día la Ciudad Perfecta no recibió más visitantes. Tan preocupados estaban que cerraron la carretera y sólo permitían el paso a aquellas personas que seguían su camino sin quedarse.

Colocaron guardia permanente en la Avenida Principal y extremaron la prolijidad y durmieron tranquilos hasta que volvió a suceder. Otro enorme boquete apareció de la noche a la mañana en casi el mismo lugar que la primera vez.

La situación desbordó los ánimos. No había turistas esa noche.

Será posible que el saboteador sea una vecina o un vecino?- se preguntó alguien en voz alta.

La pregunta fue lanzada al aire de la ciudad, las bocas la repitieron y las orejas la oyeron.

Mientras un equipo de trabajadores, los que habían cerrado el bache la primera vez , fueron sancionados por hacer mal su trabajo, otro equipo se ocupaba del nuevo buraco siniestro.

-Vigilancia permanente y redoblada y ay del que se duerma! – gritó el jefe de todos los jefes.

Todos respiraron hondo, aliviados, se fueron a dormir tranquilos pero, ya no lograron hacerlo. Todas y todos comenzaron a espiarse. Todas y todos desconfiaban de los demás.

La vida en desconfianza es muy difícil. Nadie creía más en nadie y la buena vecindad fue ganada por esa sensación extraña de que todos y cada uno de los habitantes podía ser el que hacía los huecos de la Avenida.

Sin más turistas, sin más confianza y espiándose,vivieron el tiempo qué pasó antes que apareciera el último gran gran hueco.

Ahí sí terminó de estallar el caos. Fue el gran hueco que se llevó todo, los habitantes, las mascotas, las casas, los parque y la absoluta perfección que existía.

Porque cuando apareció ese tercer y último hueco, los insultos, empujones, golpes y reprensión reinaron en las calles y casas. No hubo más un minuto de tranquilidad y ni taparon el hueco enorme que tal vez creció hacia afuera o quizás, hacia adentro. La cosa fue que Ciudad Perfecta desapareció y sólo nos llegó el rumor por algún turista que estuvo y nos lo contó.

Ustedes no tienen que creerme pero una vez existió una Ciudad Perfecta que desapareció en un bache.