Del arrepentimiento

No pude. Apenas tomé unas pastillas y el corazón me gritó que no habías muerto, que estabas luchando por estar vivo y me dio rabia, culpa, dudas…

Hice el camino de regreso sin medir las consecuencias: ya amanecía. Fui directo al lugar donde empujé tu silla y me tiré al agua. Vos, que nunca flotaste, estabas boca arriba entre olas y espumas, entre tus babas y tu inconsciencia, entre tu poca vida y tu mucha muerte.

Tomé tu mano dura de agua helada y floté a tu lado. Siempre cursi y romántica, esas novelitas de adolescente me arruinaron. Pensé en olas gigantes y en morir juntos. No lo habíamos planeado cuando se supo que lo tuyo era irreversible?. Pero por supuesto, no pudimos alejarnos tanto de los humanos . Qué agonía escuchar sirenas de ambulancias, enfermeros, médicos y otra vez querido, otra vez, hospital.

Lo peor del caso ha sido que conté la verdad, te medicaron, me medicaron, me dieron pase al locólogo, me internaran por un tiempo y vos estarás en manos de los que te obligarán a seguir hasta el agotamiento un tratamiento que, ya saben: no arrojará mejorías. Tu cuerpo seguirá padeciendo, buscaras mis ojos llorosos y mi mano, pero estaré lejos. Tragando ansiolítico y otras porquerías que me obliguen a olvidar lo que nos juramos hace casi cuarenta años.

Si pudiera seguiría con mi veta romántica escapándome, entrando de noche a tu hospital, tapando tu cara con la almohada, tragando todas las pastillas que me estoy robando del loquero. Otra frustración más, quién puede hacer eso en un hospital.

Será mejor que tu esencia, tu energía de vida me avise y yo, desde este lado de los muros, de esta cárcel donde encierran mi locura por cumplir una promesa nacida de amarte, intentaré seguirte.

Perdón por la culpa: muchos años, muchos tabúes, tu muerte debió ser en el mar y la mía ahí cerca, ahogada también pero de alcohol y pastillas… era lo planeado.

No pude…