Muy bien, así se hace. Solo que yo quisiera hoy dominar únicamente un sistema, el de preguntas y sus respuestas?
Tengo cuarenta años y él veinte.
Vivo con él que estudia, fuma, ensucia el departamento con pisadas de barro y recibe llamadas con voces femeninas todo el tiempo.
… Entonces querido mío, al sorprenderme cierto beso de despedida, sólo pude aumentar mi silencio. Un poco asociada en el negocio de la mentira de los demás, vuelvo a preguntarte si aún se mantiene tu necesidad de abrir la puerta.
Entonces ya no habrá otra alternativa. No es cierto? Y tendré que decirte la fecha…
En el cajón inferior de mi cómoda hay una foto y varios recortes de prensa. De eso, algún día debimos hablar. A veces pienso que en ese cajón hay un monstruo que respira y se alimenta de lo que guarda.
Cierta noche, en el claro de un pinar nos asaltó la sensación de saltarnos fuera de la tierra. No era necesario lo nuestro ya había recorrido muchos planetas y cada vez que nos besábamos, nos colgábamos de un cielo diferente.
Recuerdo la vez del hotel en el bosque. Hacía un frío de muerte y la habitación que nos dieron, parecía haberlo concentrado por encargo.
Y aquel molino y el bosque, te parece cursi, a mi también, pero tengo una memoria exagerada que se me adhiere a la piel. El viento que agitaba los pinos y mis gritos de placer haciendo eco. Cursi y vano, pero no se me olvidan.
Después tomé el abrigo y salí a recorrer el parque. Una eternidad pisando hojas muertas y lodo. Por momentos creí morir bajo los pinos, sentí que querían atravesar mi corazón con sus puntas finas.
Al regresar ya habías empacado: me voy y tengo miedo, susurraste.
Miedo a qué? Te pregunté sin querer oírte.
A la pobreza de un hombre rico, a la riqueza de un hombre pobre, a llegar a la cima y encontrar un diamante negro y haya que partirlo millones de veces para que cada cuál tenga el suyo…( suspiraste)
En ese momento supe que era el final y que un día lo recordaría y lo escribiría.
La inmigrante de Armonía Sommer. Cuento tratado como ejercicio literario.