La prima Luisina tuvo la suerte de ser tan negra como su padre y eso, la iluminó en su misión de vida. La tía, su madre, tuvo la feliz idea de ser una mujer liberar, con alma de artista y padres con dinero que pagaron sus locos viajes por el mundo. De uno de ellos regresó embarazada. Se acabaron los viajes, gritó su padre. Olvidate de tu arte, gritó su madre. Le consiguieron un marido solicito y urgente. Y como eran gente próspera con una hija sola, lo consiguieron casi de inmediato. Pero el hombre, un buen empleado de su padre, era blanco como el queso. La tía era casi pelirroja. Y nació Luisina, piel de ébano.
Yo no podría describir aquí lo que pasó en la familia. Tal vez si lo comparo con un huracán me quedo corta. Inmediatamente madre y niña se fueron a vivir al campo, la niña está algo débil, mentían, en la chacra se repondrá. El marido, indignado, siguió trabajando con el seño fruncido y ojos de: esto me lo cobro. Los tíos dejaron de ir a la casa de campo los fines de semana por no ver su nieta negra. Iban diciendo mentiras, vienen pronto, podrán conocer a la niña luego, está débil, necesita reposo y aire puro.
Por supuesto que nadie les creeía y menos, sus primas. Así que al mes organizamos el viaje a la chacra que para algo era bueno que la prima mayor, ya tuviera carnet de conducir.
Llegamos llenas de interrogantes que al ver a Luisina, se evaporaron. Su madre la miraba con adoración y miedo. Miedo al futuro, nos confesó, a lo que se les ocurriría hacer a sus padres. Y nos contó el amor fugaz y apasionado con el negro padre de su hija. Porqué no te escapas, preguntaba yo que era poco más que una niña. Ustedes me llevan a casa y mañana la presento, dijo desafiante arreglando sus ropas. Y así lo hizo. Otro huracán. Luisina creció entre huracanes familiares y sociales. Las primas la cuidamos todo lo que pudimos pero no alcanzó.
Cuando llegó su cumpleaños dieciocho, la madre le sacó pasaporte, un pasaje y le entregó una carta. Luisina voló al extranjero. Cumplió su misión. Encontró a su padre. Al año de ese hecho, la madre viajó y nunca más volvieron.
Nunca nadie más las nombró. Solo nosotras hemos recibido las fotos hermosas del hombre negro que posa abrazándola a ambas en unos paisajes nevados.
El exilio xenofóbico siguió hasta hoy. No nos preocupa ya. La prima del extranjero nos ha invitado. Partimos mañana y como venganza ejemplar regaremos Internet con las fotos de Luisina, su padre, su madre y el feliz novio que se encontró. Negro ébano como ella, seguras estamos de que otro huracán se agitará en esta familia pero por suerte, ya no nos sacude. Allá vamos, a festejar nuestra descendencia en ébano lustroso.
Luisina( de mi libro Primas)
