Oníricas pretensiones…
Había muchísima gente y todos usaban algún tipo de toga y capuchas. Frailes tal vez. No podía ver sus rostros. Me sentía desnuda porque era la única a cara descubierta.
Caminábamos de prisa, alguien nos perseguía. Cuando apareció el Cíclope supe lo que era obvio, iban a lanzarme a mí. Iba sujetada por los pelos frente a su único ojo inquieto.
En lo alto vivían sus hermanos que no eran tan grandes. Cuando pensé que me almorzarían me dejaron en un sillón inmenso. Me preguntaron con sonidos guturales a quién me quería comer. No quería decir tu nombre. Pero era el único que me sabía. Al pronunciarlo sentí que te iba devorando y desperté con esas ganas locas de ir a buscarte, abrazarte, reconciliarnos con la vida.
Devorar
