Mirna en el recuerdo

Viajamos juntas a Montevideo, sentada una junto a la otra y no dormimos nada. Ella, compañera de trabajo, me contó su vida.

Maestra por vocación, adorada por sus alumnos, era rubia, elegante, tal vez hasta exuberante. Tenía una simpatía sana y una forma resulta de ser y sentir. Por eso aquella noche cuando me contó su historia, ya no pude dormir y la dejé que hablara a su antojo.

Casada, con dos hijos varones ya adolescentes, recién hacía un par de años había logrado alejar al marido que era un hombre golpeador. La había enviado al hospital más de una vez. Y la justicia lenta, y las familias ayudando poco o nada, y ella trabajando en dos Escuelas, criando los hijos y aguantando la bestia. Finalmente consiguió no sólo el divorcio sino la prohibición de que el marido se acercara a la casa. Y recuperó la relación con sus hijos, desgastados por las peleas, golpizas, jueces y mil trámites que los destemplaron en plena adolescencia.

Ya cerca de llegar,con la cara iluminada de felicidad me anunció que esa mañana no la esperara en el curso donde asistiríamos.Qué hacía un año estaba en una relación con un hombre de Montevideo y que por primera vez en veinte años era feliz.

Así que después de escuchar a los pedagogos de la mañana, con más sueño que entendimiento, fui a la Plaza Matriz a encontrarla. Realmente la vi resplandeciente, hermosa, con una sonrisa inigualable y pensé: “ de verdad, encontró el amor “.

Cuando regresamos a nuestra ciudad vinimos planificando talleres literarios para los niños. Estábamos tan entusiasmadas. Y fue un éxito. Al mes hicimos el llamado y lanzamiento de nuestro proyecto y nos desbordaron las inscripciones. Un mes entero de felicidad, me dijo esa noche. Porque hacía un mes había visto a su amado y porqué nuestro proyecto era sin dudas , muy exitoso.

Me voy este fin de semana a verlo, me anunció antes de subirse a la moto, no te vienen a buscar?, preguntó, te llevo en la moto?

Pero en ese momento el auto de mi marido iba llegando y nos despedimos felices hasta la semana siguiente. Al llegar a casa, habrían pasado veinte minutos, oí el teléfono fijo y tuve un revoltijo en el pecho…Otra maestra amiga me anunciaba que Mirna estaba ingresando a Cuidados Intensivos con fractura de cráneo y posible muerte cerebral.

La historia se terminó en tres dias para que los hijos asumieran la idea. Su cerebro estaba muerto. Yo entraba en hora de visita y miraba su pecho subir y bajar gracias a la máquina y pensaba en su corazón… tan lleno de amor, tan feliz por tan poco tiempo, tan solidario y tan resistente a las injusticias que sufrió…

Mirna se murió feliz. Cuando la camioneta la arrolló ni lo sintió, iría pensando en el éxito de nuestro proyecto, en que vería a su amor ese sábado o qué cenaría con sus hijos? No sé…

La muerte la sorprendió y no le dió tiempo a pensar? Tampoco lo sé…

Lo único que sé es que yo podría haber subido a esa moto…

Lo otro que sé es que la vida le dió por un tiempo la posibilidad de una dicha que nunca había tenido.

Y lo otro que sé… es que su amado amante nunca se enteró de su muerte porque ella no le había contado a nadie de su romance. Con todo lo que había sucedido en su mal matrimonio, iba despacio con la información de su nueva pareja.

En vano buscarlo en Montevideo. No tenía nada de él salvo su primer nombre. Quién podría ayudarme a encontrarlo y explicarle que ese sábado ella faltó a la cita porque llegó la muerte primero?

Mirna me contó su secreto. Yo lo guardé. Después cuando su vida ya era recuerdo… no supe qué hacer…ni supe más del hombre que aquel sábado la esperó en vano… habrá sido mejor así?

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