De entrañas vivas

Que yo me devoraba en un fuego que ni tu poca actitud lograba controlar. Que no eras el indicado pero me ganaba ese calor que se mete en la boca con el beso y después te devora las tripas y una jauría te bulle en el sexo. Que era así y que no podía controlarlo.

Que todo ese fuego abrió la rosa, el capullo, la corola y que corrió néctar por mis piernas y que el vientre me empezó a latir y la vida me llenó de nuevo.

Que el deseo y el orgasmo y la locura se anudaron en mi rincón más tibio y que yo lo sabía y no quería pero no pude dejar de querer otro hijo más…

Muchísimos años después supe que eso era instinto de sobrevivencia, instinto para no extinguirse y que yo nunca sería una madre ejemplar, una madre de manual… pero ahí ya tenia las víscera secas y ya no engendraba mi deseo la vida en mí…

Terrible y tardío descubrimiento…