Tías

El primero de todos los eneros, los de antes y los de ahora, son lentos, las horas se detienen, los sueños y las esperanzas están tan nuevecitos que ni el papel de regalo se ha roto. Se demora el día para asimilar que otra vez, sí, otra más, estamos con calendario a estrenar. Hay que remar otro año y nadie puede decir si terminará, si habrá o no, si tendremos o perderemos.

Por eso es bueno una casa llena de tías, como la mía cuando pequeña, las tías son muy buena receta para el primer día de enero.

Llega una y te da un consejo, llega otra y te cuenta un chisme, otra se aventura a predecirte algo increíble, otra te depila por vez primera aunque vos des alaridos de terror, otra pica las sobras de la comilona de anoche, otra hace té para las que bebieron de más.

Nada más feliz que una cocina llena de tías. Todas saben todo de todas y de más allá y de más acá. Todas pueden gritar y entenderse a la vez. Todas pueden dejar que sus hijos vayan y vengan pero no les permitirán interrumpir esa reunión compleja, espiritual, chismosa, cruel, tierna y tan femenina que se puede lograr en un grupo de tías.

Así, recordándolas, comienza otro año. Gracias por tanto.