Mientras iba descubriendo y amigándome con los alrededores, cada día un poco más lejos, intentaba no saltar las acequias. Esos canales de agua eran muy tentadores. Corría, en aquel tiempo, un agua clara y cantarina. Cuando se llenaban eran pequeños hijitos de un río que, estaba al final de la chacra pero nunca había visto.
A mí me hubiera gustado ser como los otros niños y niñas. Les conté que en ese tiempo había otras viviendas para familias, por ejemplo, de los capataces? Así era. La chacra albergaba otras familias. No estaban muy cerca de la casona. Yo los había visto saltar las acequias e incluso, bañarse en ellas en días no tan fríos. Por qué yo no podía?
Así que decidí, en una siesta dominguera, animarme. Quería saltar solamente pero caí en el agua. Caí creo que de rodillas y muerta de vergüenza por mi fracasado salto intenté salir rápido. Fue peor: me empapé toda y resbalé en el barro al salir.
Se terminó la siesta del domingo! Entré llorando y desperté a todos. Después de un baño tibio mi madre me llevó a “ mi cuarto de juguetes” y me dijo que tenía que estar ahí un rato sola. Qué pensara bien: ya me había dicho ella que no debía jugar a saltar acequias, que había desobedecido y me podía enfermar. Piense bien, me dijo, y ese usted que usó me dio más miedo que el agua fría.
Creo que lloré bastante o muy poco, porque cuando sos pequeña los dolores son relativos según el tiempo con que los mires. Y me veo en silencio, animándome de a poco a espiar por la ventana, ver la chacra que se iba vistiendo de verde, me recuerdo esa primera penitencia de domingo, contando en voz alta para mis muñecas, mi gran aventura en la acequia. Por supuesto que les mentí: nunca les conté que me caí.
Y comencé a tener mi cuarto de juguetes. Creo que comenzamos a armar mi primer biblioteca en una semana. Mi hermana con su paciencia fue subiendo sus libros infantiles. Me animó a que intentara leer un poquito sola, en voz alta, para tus muñecas, me dijo riendo.
De verdad los fines de semana los tomé como juego: intenté leerle a mis muñecos mi libro favorito: LA HORMIGUITA VIAJERA de Vigil.
Cuántos años pasarían para que ese título fuera uno de los premios que más me enorgullecen en mi carrera de animadora de lectura? Muchísimos años.
En esa Chacra comencé mi misión de leer en voz alta, aunque mi público, quieto y sin aplaudir, no era muy agradable.
Debe estar conectado para enviar un comentario.