Domingo del pasado

Este es un domingo del pasado. Desde que despertamos sentimos la sensación de un deja vú permanente.

Un domingo de final de fútbol y pastas caseras, de aperitivo y buen vino. Un domingo de puertas adentro donde se condensa la vida compartida en rodajas iguales.

Un domingo lento donde el tiempo puede o no pasar y no nos importa. Ni el sol afuera, ni la luz, ni siquiera la tentación de salir. Es un domingo de pijamas, sin apremios de zapatos, uno de esos domingos que nos dolían en la infancia.

En la vida tuvimos muchos domingos y gran parte de ellos, los quisimos para dormir hasta tarde o gozarlos afuera. Gozar paseando.

Hoy no, hoy hasta hicimos pastas caseras, nos adentramos en el mediodía en una hora justa y sentimos, así, al unísono, que era un domingo de otro tiempo.

Es exagerado decir que sentimos presentes a nuestros antepasados en la mesa, pero sí, los sentimos. Nos reímos de ese pensamiento compartido y después, permanecimos un poco serios, porque no era un sentimiento menor.

Hoy va siendo ese domingo del pasado que nos tocó revivir. Lo excelente de esta situación es tener la sensibilidad de experimentarlo. Cuantas personas lograran percibir un domingo cualquiera como un domingo de otro tiempo?

Cuántos deja vú se animarán a percibir en un domingo completo, lleno, intenso y antiguo?

La copa, el plato, la condensación de puntos de luz tras la ventana, la charla, el silencio y la lentitud han sido terriblemente un estar en otro tiempo que alguna vez, tuvimos.

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