Le dije que el gris no le quedaba bien. Le dije que se alejara de los pensamientos e ideas grises. Le dije que se alejara de los vientos del Norte que avisan de la locura y la poseen. Le dije todo eso y mucho más. No hubo manera. Su gris mirada iba con su gris pesona y sus grises pensamientos se volvieron horizontes.
Nada se puede hacer en los casos en que el horizonte se convierte en cosa cotidiana. Se fue de largo por la calle empedrada. Se tranformó en polvo, en aire o en pelusa volátil, yo al final no lo supe, se fue volando como ave o como mariposa, qué importa. A mí, lo único que me importaba y me importa, es si dejó su gris atrás…