Y cómo un monstruoso invisible llegó, se expandió, nos enfermó y hasta nos mató?
Las puertas comenzaron a cerrarse, las ventanas casi selladas, las calles silenciosas, el bullicio evaporado y los pasos de unos pocos, apresurados.
Si parece que el monstruo está en cada esquina esperando. En cada huella pegándose. Y en cada abrazo y en cada beso, filtrándose. Tenemos miedo.
Entonces nos quedan las palabras y redescubrimos su poder de abrazar, besar, sonreír y los mensajes no paran. Estamos aislados, encerrados pero a pura palabra. Orales, escritas, las palabras siguen siendo la única manera de mantener el miedo al monstruo, algo controlado.
Y con escudos de palabras pasaremos estos días. Acá, allá y en el resto del mundo. Porque nunca sentimos más necesidad de comunicarnos que ahora, presos en nuestras casas. Prisioneros en nuestras paredes pero llenos de palabras… incluso las que vamos a descubrir en este meterse adentro para evitar al monstruo.
El monstruo se va a comer todo pero no se va a llevar nuestras palabras. Escriban muchas… las palabras además, sanan.