En el aire

Una vez que estés en el aire sentirás que ya nada te pertenece.

Todo depende de tantas circunstancias que te son ajenas, ya nada depende de ti.

Y qué malo si eres cinéfalo y has mirado cine catástrofe de vuelos increíbles.

Estará el clima realmente como dicen?

El piloto y el copiloto habrán tenido una noche de sexo y alcohol?

El avión tendrá todo el chequeo que corresponde?

Habrá alguna distracción en el vuelo? Habrá algo que no nos dicen? Tal vez. Las aerolíneas pueden engañar con facilidad pues todas y todos los que estamos esperando este vuelo con retraso: qué sabemos de aviones?

El vuelo lleva casi una hora de retraso, sé que el pronóstico meteorológico no es bueno. Nos alojarán? Nos pondrán un café gratis al menos mientras esperamos ansiosamente?

Nada. Comienzan a llamar una hora más tarde y como siempre, llaman por grupos pero nadie hace caso. Se amontonan y pasa la del A y la del C, así, descontrol total. Qué tienen? Pánico a no tener asiento? Ni que fuera un bus urbano…

Ya pasó el malón y nos levantamos cuando realmente nos toca. Después en el túnel nos reímos bastante: si hubieran ido como lo pidieron ya estaríamos sentados, pero con ese problema de mezclar los grupos tenemos para media hora más. Ahora estamos de pie y al borde de la claustrofobia en ese túnel que lleva a la bendita puerta del avión.

Bueno, nos sentamos. Al fin parece que se terminó de acomodar el vuelo. Ya llevamos un poco más de hora y media de retraso.

Pero como nos atrasamos tanto, hay que esperar: siete u ocho aviones tienen pista antes que el nuestro. Los miramos irse. El avión nuestro en marcha espera. Mientras tanto la azafata se encarga de explicarte todo lo que puede pasar: que las puertas de emergencias, que los chalecos salvavidas, que las mascarillas de oxígeno, que pongas tu celular en modo avión, y siguen las instrucciones.

Nos reímos: en caso de accidente deje sus pertenencias y camine por donde indiquen las luces. En qué mundo es posible? Si toda esta gente se amontonó a la hora de partir y ni una vez permanecieron sentados cuando se les indicó?

Si algo sucede: me muero sentada aquí, le digo a mi compañero, prefiero morir así que pisoteada o que me empujen al mar antes de ajustarme el paracaídas. Habrá gente qué logró colocarse el chaleco y saltar y sobrevivir? Tengo dudas.

Finalmente partimos. Hay turbulencias, se nos anuncia, no ponen en peligro el vuelo. Genial, finalmente vamos a casa. Habrá que dormir un poco pues nosotros vamos a descender y tenemos unas seis horas más para llegar a casa.

Dormir es un eufemismo. En el asiento de enfrente viene una bebé hermosa. No va a dormir, lo sé, alguna vez tuve bebés.

Pasan con el carro de comidas y bebidas: demoran una eternidad porque como es un vuelo por Sudamérica, no hay nada gratis. Otra cosa es si usted va a Europa. Las personas miran el menú, paupérrimo, sacarán cuentas algunos. En fin, les pido algo y agua, ya habíamos cenado.

Se apagan las luces, dormir un poco, pienso. No, porque todas y todos van al baño, sacan una cobija de la parte de arriba y golpean las puertas, se acuerdan que llevaban agua, van iluminando sus acciones con los celulares en modo avión, pero con linternas. Y despiertan a la bebé por primera vez.

Primer intento de conciliar el sueño se pierde. Esperemos el segundo. Se produce una hora y media después. Todo está tranquilo. Y surgen las turbulencias y la voz de la azafata nos advierte, la bebé rompe en llanto.

Segunda esperanza de dormir que se marcha. Muchas personas van al baño. Otras conversan porque ya perdieron esperanzas de dormir. Incluso en ese momento intento al menos descansar. Imposible. Una vecina muy joven pone su celular en la parte alta del asiento de adelante y aunque lleva auriculares, la luz de su película da directamente sobre mi cara. Decido mirar la película aunque no escucho. Escena erótica. La chica baja el celular a su falda. Y me quedo sin ver nada. Me resigno, vuelvo a cerrar los ojos.

El novio de la chica, la de adelante de mi asiento que mira romance erótico, cambia su asiento con la pasajera de al lado y se sienta junto a su novia ( esposa o lo que sea). Juntan las cabezas y comienzan a mirar una película de acción que supongo es china, las mujeres vuelan, las artes marciales producen explosiones. Me gustaba más el otro cine. Además este, aunque cierre los ojos es imposible descansar, los fuegos de la pantalla del celular son fatales … realmente esto no debería permitirse. Bajen el celular, quisiera decir pero la bebé comienza a llorar. Está muy molesta. Llora más fuerte que antes.

Pobrecita. En algunos años irá al psicólogo por un daño infligido por su abuela y su madre. La abuela es la única que logra calmarla pero se pasea por el pasillo, cuando va a comenzar a tranquilizarse, aparecen nuevas turbulencias.

Llanto de la bebé. Cinturones que se aprietan. Murmullos y el celular de mi vecina sigue iluminando su asiento, el de su novio y el mío.

Cuando se vuelve a tranquilizar todo, no tengo real conciencia del tiempo, mi compañero me avisa que debajo del cúmulo de nubes que pasamos se ilumina el cielo con rayos y centellas. Quiere que mire. No, ya está, hay demasiadas distracciones, no quiero ver las de afuera. Se le ocurre sacar fotos. Cierro los ojos con total resignación: nadie dormirá.

Y surge la voz del capitán, la bebé llora dando berridos, que nos anuncia que iremos a un aeropuerto alternativo, el nuestro está cerrado por niebla baja. Qué tal? Recién se enteran. Yo lo sabía desde antes de volar por el pronóstico del clima.

Una hora y media más de vuelo. Ya llevamos tres en total de atraso. Pero mientras lleguemos… que llore la bebé, que sigan mirando películas explosivas los vecinos y que sigan yendo y viniendo al baños los ciento y tantos pasajeros restantes. Llegar bien y vivos es la prioridad. Dormir es un verbo en olvido.

Llegamos con tres horas de retraso, agotados, con los oídos zumbando, preocupada porque aún restan quinientos km de carretera y llueve torrencialmente por momentos.

Mi compañero prepara mate, quince días sin mate, y comienza a conducir. Nos vamos riendo todo el camino de las vicisitudes del vuelo. Insisto en que la aerolínea siempre supo del atraso y se ahorró un bufet. Qué sudaca somos!

Eso pasa por no volar al primer mundo!

No es verdad?

Deja un comentario