Serena al aire de este mes
recordando historias más o menos
veraces y siempre románticas,
me enseñaba el arte casero
de una literatura
oral e imperfecta.
Se me llenaban los oídos de relatos:
secuencias lógicas
problemas inesperados
finales anunciados
personajes imborrables.
La voz de mi madre me alejaba de lo cotidiano.
Sus versiones libres de tanta novela
fueron la casa
que contenía a la verdadera.
Cuál fue nuestra casa de verdad?
La de Juan de Garra de Oso?
La de la servilleta mágica?
La del potrillo blanco?
Mis noches se llenaron de cuentos
mis noches se vistieron de palabras,
algunas me daban miedo,
otras, me enfadaban,
de otras, me reí a carcajada y
algunas, me pusieron a llorar.
Mamá jamás se resistió a narrar
una y otra vez,
nunca dijo que no a inventar
a cambiar o finalizar
su cuento, mi cuento…
Nuestro cuento…
Mi madre no leyó de literatura ni filosofía.
No supo qué era la pedagogía.
Era lectora y me alentaba a leer todo,
sin censuras…
Y así fue cómo logró, con secreto arte
casero, una hija lectora que
dedica su vida a entender: qué nos hace lectores!!!