Parada, erguida y delgada, me visita y se para indolente, en mi puerta.
⁃ Hace cuánto me observas?- pregunto curiosa
⁃ Desde siempre- responde insolente.
⁃ Qué opinas? – puedo ser sarcástica también- te gusta lo que ves?
⁃ Creo que sí …
⁃ O sea…? Crees que estoy lista?
⁃ Eso no lo voy a responder en este diálogo tonto
⁃ Si te gusta lo que ves, asumo que me puedo ir contigo…- sigo insistiendo
⁃ No necesariamente, a veces me gusta esperar…
⁃ O tal vez no seas tú, son otros u otras que no quieren ir contigo
⁃ Y tú estás segura? Quieres viajar conmigo?- lo pregunta con sorna.
⁃ Claro! Te llamé yo, recuerdas?
⁃ La gente que me llama me aburre.
⁃ Pero has venido.
⁃ En eso estás equivocada, no vine, siempre estoy.
⁃ Disculpa! Recién te veo- quise sonar irónica.
⁃ Es el gran problema de media humanidad, ven sólo lo que quieren ver.
⁃ Insisto- interrumpí- te he llamado porque estoy lista para viajar contigo.
⁃ Pero no te vas a ir- me desafió- no lo harás…
En ese momento y sólo por llevarle la contra la atropellé y me tiré por el balcón. Tengo cinco costillas quebradas, varias contusiones más y un psiquiatra apoltronado a mi lado.
Mientras contestó las preguntas desde mi cama en el hospital, la vuelvo a ver en la puerta y me hace señas. Me ha derrotado una vez más y volverá sólo cuando a ella se le antoje.